El final del franquismo y el inicio de la democracia supusieron el final de la censura, la vuelta de los poetas exiliados como Alberti y la incorporación plena de España al bloque occidental; pero no transformaron las condiciones de difusión del género poético, que siguió reducido a un público minoritario. Durante este época se han dado múltiples tendencias poéticas, entre las que destacamos las siguientes:
1. La poesía culturalista
Denominaremos así a los poetas agrupados en torno a la antología de José María Castellet Nueve novísimos poetas españoles (1970) como Pedro Gimferrer (con su obra Arde el mar), Martínez Sarrión (Una tromba mortal para los balleneros) o Félix de Azúa (Lengua de cal).
Entre los rasgos más destacados de estos autores están su vasto bagaje intelectual que integra la tradición y la vanguardia, la influencia que sobre ellos ejercen los medios de comunicación y por ellos son constantes sus referencias a la sociedad de consumo (el cine, la música pop, el deporte, los tebeos). Por otra parte, contrarios a la poesía social, defienden explícitamente la ineficacia de la poesía para cambiar el mundo, por lo que la experimentación lingüística es la única justificación de la creación artística. Por ello cultivan un nuevo vanguardismo y defienden la libertad absoluta del poeta: utilización de la escritura automática e incorporación de las técnicas de «collage», el verso libre amplio, la disposición visual y tipográfica del poema (poemas visuales) o la prosa libre…
2. La poesía de la experiencia
La poesía de la experiencia se da durante los años ochenta y noventa. Sus poetas propugnan una nueva sentimentalidad que parte de la tradición y la inteligibilidad del texto. Se recuperan la métrica, la rima y la estrofa. Cultivan una poesía realista, que habla de la vida y de la realidad cotidiana de carácter urbano, con una expresión coloquial y que revaloriza, el humor el pastiche y la parodia. Dentro de esta tendencia destacan los poetas Luis García Montero (Diario cómplice) y Felipe Benítez Reyes (Sombras particulares).
Progresivamente, esta tendencia se fue manifestando en favor de un compromiso social del poeta frente a lo que consideran un mundo injusto e insolidario con el sufrimiento ajeno.
3. La poesía neovanguardista
A partir de los años ochenta y noventa del siglo pasado se extiende la estética de la posmodernidad que asume los presupuestos artísticos transgresores de las vanguardias de inicios del siglo XX, pero sin manifestar la carga política anti-burguesa que las caracterizaba.
Sobresalen entre ellos poetas que desarrollan elementos surrealistas como Blanca Andreu o Leopoldo Panero. También podemos añadir la corriente de la llamada poesía visual, que parte del futurismo, el dadaísmo y el cubismo y que por medio de palabras intenta reflejar imágenes siguiendo estructuras caligramáticas y jeroglíficas. Entre sus autores podemos destacar a Fernando Millán, Antonio Gómez o José Carlos Beltrán.