Ha habido algunos libros que han marcado el curso de mi pensamiento hasta el punto de que existe en mi vida un antes y un después de haberlos leído. Uno de ellos es Imperiofobia. La leyenda negra de doña María Elvira Roca Barea.

¿España como problema histórico?

Hasta que leí su obra yo creía, como todo buen estudiante español de Bachillerato, que España constituía en sí misma un problema.  La nación en la que yo vivo y a la que le debo gran parte de mi bienestar, como el hecho de beneficiarme de su sistema sanitario o educativo o de su red de carreteras o ferrocarriles, era el resultado de un error histórico. España era la causante de un genocidio en América, de la expulsión de los judíos, del nulo desarrollo hispano de las ciencias y la economía, de la cárcel en que se sometían todas las regiones que la integran, de la tiranía sanguinaria y represiva impuesta por la Inquisición y, en fin, de todos los males que afectan a los españoles. Todos estos gravísimos problemas (lacras históricas, se me enseñaba a pensar) que he mencionado y muchos otros más se debían a los Reyes Católicos por unirse sin tener en cuenta los sentimientos de sus súbditos y echarse en brazos de la Inquisición, que era equiparada poco más o menos con el nazismo. En resumen: España era un problema en sí misma ya desde su fundación y, por tanto, toda su historia era una sucesión de desastres que algunos valiosos españoles habían tratado de enderezar sin conseguirlo. ¿Cómo es posible que algún adolescente español pueda, con estas ideas amar a su nación? 

¿Y de dónde salían estas ideas? De mis profesores de Historia y Literatura. De cualquier persona medianamente culta. Todos ellos bebían de los ilustrados españoles, de Ortega y Gasset, de la generación del 98, de la generación del 50 y en fin, de toda la intelectualidad española que, desde siempre, ha definido España como un problema que debe ser reformado con vigor. España, como si fuera una entidad independiente de los españoles, era la culpable de todos los problemas de los españoles o hispanos de ambos hemisferios.

La realidad cotidiana de los españoles

Pero luego, para mí y para todos, estaba la vida… Y era imposible no ser felices en nuestro país. El sol, el mar, la comida, la tolerancia infinita de los españoles, nuestro vivir y dejar vivir, nuestro liberalismo de costumbres, nuestra preocupación por él prójimo, nuestra generosidad, nuestra cercanía, nuestro calor humano, nuestras ansias de alegría…. Todas estas cosas nos reconciliaban con los españoles. Y más cuanto más nos comparábamos con los países europeos que íbamos conociendo. 

¿Cómo conciliar ambos extremos? Por un lado, la razón nos decía que nuestro país era un horror; por el otro, la práctica cotidiana nos demuestra que vivir en él es tan placentero y da tanta felicidad que medio mundo lo elige como residencia si se lo puede permitir. 

¿Por qué existe la leyenda negra y a quién le conviene?

Hasta que llegó doña María Elvira Roca Barea y dio con el genial hallazgo que supone explicar nuestra historia desde un nuevo punto de vista. Un cambio de perspectiva, un cambio de paradigma que era casi imposible de realizar, habida cuenta de la educación pesimista y con sentido de la culpabilidad que todos los hispanohablantes hemos recibido en nuestros países. España no es culpable, sino la víctima de una brutal campaña de propaganda de guerra que italianos, holandeses, alemanes, ingleses y franceses desataron contra su Imperio para debilitarlo primero, y luego, vencerlo para sustituirlo en la hegemonía mundial. Una vez vencido, la propaganda sigue ahí, porque les sigue resultando útil. 

Y tras llegar a esa genial certeza, que, en mi opinión, la sitúa entre las cabezas privilegiadas de la historia de nuestra nación, es también ella quien ha realizado el enorme esfuerzo de leer centenares de obras y relacionarlas entre sí para demostrar de forma sólida e incontestable que la leyenda negra existió y que, en un determinado momento, tras llegar los Borbones franceses al trono de España (como documenta en Fracasología), se instaló entre las élites españolas de donde no ha sido desalojada desde entonces. Ella es la que ha explicado por qué Ortega, Baroja o Jovellanos se quejaban de España y por qué lo sigue haciendo toda la élite cultural hispana: Por pura subordinación cultural e imitación papanatas de lo extranjero. 

Lógicamente, su obra ha levantado ampollas entre la intelectualidad a ambos lados del Charco (sobre todo, en España) porque denunciar a quien ha hecho seguidismo de ideas autodestructivas y a quienes viven de crear productos culturales (literatura , cine…) basados en ofrecer a franceses, alemanes y anglosajones lo que ellos quieren ver en España, no puede esperar otra consecuencia que la del criminal al que le descubren realizando su crimen. Incluso desde el diario El País se ha lanzado una caza de brujas en su contra. Ella ha rebatido con humor y solidez desde las páginas de El Mundo todas estas críticas, lo que me reafirma en mi admiración por su firmeza, coraje y valentía. 

La responsabilidad de los profesores de español

Queda algo para el final: Nuestra responsabilidad como enseñantes. Yo (y muchos como yo) hemos crecido en la mentira y en el sentimiento de culpa. Esto es fuente de muchísimos problemas que hoy afronta nuestra nación (siendo el separatismo el más importante). Es llegada la hora de revertir esta enseñanza. Háganos una narración de la historia y la literatura española que se ajuste a la verdad, fuera de los clichés falsos de la leyenda negra. Levantemos las alfombras y limpiemos el nombre de nuestras letras y nuestro pasado. A esa misión os convocamos desde estas páginas. 

Nosotros, humildemente, ofreceremos de forma más accesible el formidable edificio de las ideas que doña María Elvira Roca Barea ha levantado, para que sea más conocido entre todos los estudiantes y estudiosos de nuestra lengua y literatura hispanas, entre los “españoles de los dos hemisferios”, como se decía antiguamente.

Y ojalá que en un futuro no muy lejano se le hagan estatuas por todas las Españas, porque eso será muestra de que sus ideas ya no son marginales entre nuestras élites como hoy, sino que habrán obtenido el reconocimiento nacional que nos merecemos todos los hispanos.