Es muy común que un profesor se enfrente a una situación de indisciplina generalizada en la clase. Es muy común que algún alumno realice una acción muy reprobable (robar algo, insultar, lanzar un objeto) sin que como docentes, seamos capaces de discernir quién fue el infractor. En esos casos, ante la incapacidad de ejercer el castigo sobre quien lo merece y la imposibilidad de identificarlo, es común que se recurra al castigo colectivo.

Castigar sin recreo, poner como castigo un examen, mandar un dictado como castigo… Llamemos a las cosas por su nombre porque, además, cuando hacemos esto, generalmente es porque estamos justamente indignados por lo que ha ocurrido. Es comprensible, porque hay que ponerse en la piel de quien se ha visto impulsado a hacerlo. Nadie hace esto por gusto, sino porque cree que es la mejor o la única respuesta que se le ocurre.

Pero que sea comprensible no significa que sea correcto, ni mucho menos eficaz. Es más, es incorrecto e ineficaz. Y vamos a hablar de ello brevemente.

Es incorrecto porque es injusto. Nadie acepta ser castigado por un delito que no ha cometido. Esto se llama vulgarmente que “paguen justos por pecadores”. Los buenos alumnos no merecen ser tratados como si fueran malos. 

Es incorrecto porque no nos hace ganar autoridad moral ante el alumnado. Una gran parte de la disciplina en la clase se basa en la autoridad moral que tiene el docente ante el alumnado. Esta autoridad se establece, entre otras cosas, porque el alumno llega a la conclusión de que el docente es justo. Eso hará que se dé una corriente de afecto del alumno hacia el profesor que no debe confundirse con la amistad o el compadreo. Hablamos de afecto respetuoso como pupilo por su maestro.  Poner un castigo colectivo no nos ayuda a ganar respeto sino a perderlo.

Es ineficaz porque no evitará la conducta en el futuro, ya que el alumno que sí realizó la conducta inapropiada se ha salido con la suya y no ha sido señalado por sus compañeros. Ha vencido la ley de la omertá, la ley del silencio. El resultado de un castigo colectivo es que nosotros perdemos autoridad y el alumno malo la consolida porque ha quedado claro que nadie ha sido capaz de decir quién había sido el infractor. 

Por tanto, mi consejo es que no pongamos castigos colectivos.