Los alumnos aplicarán los conceptos de variedad a los siguientes textos divididos en grupos de cuatro. Las preguntas concretas que deben responder son dos: ¿Cuántas variedades del español aparecen en cada texto? Caracterice razonadamente cada una de ellas en su dimensión social, geográfica y funcional.

Texto 1
A esta sazón, ya se había puesto don Quijote de hinojos junto a Sancho, y miraba con ojos desencajados y vista turbada a la que Sancho llamaba reina y señora, y, como no descubría en ella sino una moza aldeana, y no de muy buen rostro, porque era carirredonda y chata, estaba suspenso y admirado, sin osar desplegar los labios. Las labradoras estaban asimismo atónitas, viendo aquellos dos hombres tan diferentes hincados de rodillas, que no dejaban pasar adelante a su compañera; pero, rompiendo el silencio la detenida, toda desgraciada y mohína, dijo:
–Apártense nora en tal del camino, y déjenmos pasar, que vamos de priesa.
A lo que respondió Sancho:
–¡Oh princesa y señora universal del Toboso! ¿Cómo vuestro magnánimo corazón no se enternece viendo arrodillado ante vuestra sublimada presencia a la coluna y sustento de la andante caballería?
Oyendo lo cual, otra de las dos dijo:
–Mas, ¡jo, que te estrego, burra de mi suegro! ¡Mirad con qué se vienen los señoritos ahora a hacer burla de las aldeanas, como si aquí no supiésemos echar pullas como ellos! Vayan su camino, e déjenmos hacer el nueso, y serles ha sano.
–Levántate, Sancho –dijo a este punto don Quijote–, que ya veo que la Fortuna, de mi mal no harta, tiene tomados los caminos todos por donde pueda venir algún contento a esta ánima mezquina que tengo en las carnes. Y tú, ¡oh estremo del valor que puede desearse, término de la humana gentileza, único remedio deste afligido corazón que te adora!, ya que el maligno encantador me persigue, y ha puesto nubes y cataratas en mis ojos, y para sólo ellos y no para otros ha mudado y transformado tu sin igual hermosura y rostro en el de una labradora pobre, si ya también el mío no le ha cambiado en el de algún vestiglo, para hacerle aborrecible a tus ojos, no dejes de mirarme blanda y amorosamente, echando de ver en esta sumisión y arrodillamiento que a tu contrahecha hermosura hago, la humildad con que mi alma te adora.
–¡Tomá que mi agüelo! –respondió la aldeana–. ¡Amiguita soy yo de oír resquebrajos! Apártense y déjenmos ir, y agradecérselo hemos.
Apartóse Sancho y dejóla ir, contentísimo de haber salido bien de su enredo.

Texto 2
<<Subí a la chabola y bajé con la navaja. Y miro antes de entrar y ella ya se había retirado de él. No se dejaba tocar más que delante mío, la tonta. Ya nadie se atrevía a darle cara. No tenían navaja o no sabían usarla. El corte a mí me da más fuerza que al hombre más fuerte. Y él delante mío: ‘Esta já está chocha por mi menda’. Me hastían esos que hablan caliente como si por hablar ya no se les pudiera pinchar. A mí. Y viendo que yo aguantaba y me achaparraba ‘Llévale priva al Cartucho’. Y yo no aguanto que me digan Cartucho más que cuando yo quiero. Pero chitón, chitón. Yo achaparrao y ella mirándome como si para decir que era marica. Y él ‘Bueno, si no quiere priva, pañí de muelle’. Y viene con el vaso de sifón y me lo pone en las napias y yo lo bebo. Mirándole a la jeta. Y él riéndose ‘Que me hinca los acáis’. Y se va chamullando entre dientes. ‘No hay pelés’. ‘No hay pelés’. Pero a ella la tenía yo camelá y mira que te mira como si fuera yo marica. Me cago en el corazón de su madre, la zorra. Y que ya se le ve la tripa y venga a diquelar y a buscarme las vueltas. El Guapo se reía. Siempre hablando caliente. Y todos unos rajaos todos mirándole. Que estaba el hermano de ella y la dejaba tocar. Pero cuando yo me fui por el corte ella se abrió de la barra. Que en eso se la veía que estaba camelada. Solo le dejaba cuando yo lo veía… Pero me río porque es propio de ellas. Se camelan. Como si porque una esté camelada va uno a decir a todo que sí amen Jesús. Cuando tuve el corte estuve esperando hasta que se vino para mí tan seguro. Iba de vino hasta allá y se creía que el mundo era suyo. Lo que menos le perdoné fue lo de Cartucho. Me cago en la tumba de su padre. Le pinché por detrás y allá quedó en el fango.

Texto 3
SANTIAGO. Totá: que noz han dejao zolos a usté y a mí.
CANDELITA. Pos tenga usté cuidao no se quee usté solo der tó.
SANTAIGO. ¿Es que va usté a zalí quizás?
CANDELITA. ¡Por peteneras!
SANTIAGO. ¡Je! Ziempre de guazita.
CANDELITA. ¡Siempre!
SANTIAGO. Pero ¿de veras va usté a zalí?
CANDELITA. Sí, señó: a entregá una farda.
SANTIAGO. ¿A qué hora?
CANDELITA. ¿Qué hora es?
SANTIAGO. ¿Hora? Verá usté. Yo arranqué de mi caza a las diez y cuarto. De mi caza ar café, que está ayí a la vera, diez minutos. Totá: las diez y veinticinco. Tomé café con leche… y una copita. Totá: laz once menos cuarto. Fui a la bodega de don Rufino: laz once menos diez. Discutí con é zi ze zurfatan laz viñas o zi no ze zurfatan: laz once y cinco…
CANDELITA. (Estallando) Pero, arma mía, ¿no tiene usté reló?
SANTAIGO. Tengo reló; zino que me gusta carculá la hora en el aire.
CANDELITA. ¡Es que mientras usté carcula suena er de la iglesia!
SANTIAGO. Mejón zi zuena: porque entonces pongo bien er mío.
CANDELITA. ¿Y que hora tiene usté en er suyo?
SANTIAGO.(Después de sacar el reloj y aplicárselo al oído) ¿Por la iglezia o por la estación?
CANDELITA. (Levantándose) ¡Por er demonio que se lo yeve a usté! Deme usté el reló. (Se lo quita de la mano, lo mira y se lo devuelve furiosa.) ¡Las dose menos cuarto! ¡Ya salimos de dudas! ¡Jesú con el hombre!
SANTIAGO. ¡Qué viva de genio ez usté!
CANDELITA. No, hijo mío, es que no pué aguantarse que yeve usté reló y pierda tanto tiempo carculando las horas.
SANTIAGO. Y ¿a que no zabe usté por qué lo hago? To tiene zu porqué. Por zi argún día ze me orvía el reló. Como me acuesto a oscuras toas las noches, por zi arguna vez ze me orvían los fósforos.
CANDELITA. ¿Y por qué no prueba usté a anda de prisa un día, por si arguna vez se le orvía andá despasio?
SANTIAGO. No ze me orvía, no. Ezo va con mi naturá. Yo zargo a mi padre.
CANDELITA. ¡Ah! ¿De manera que es herensia? ¿No tiene arreglo? SANTIAGO. Ni farta. Er pobrecito de mi padre me lo decía: <<Er que anda a priza ez er que trompieza. Déja di espacito. Espacito, espacito…

Texto 4
Era nuestra noche de despedida. Mateando en rueda, después de la cena, habíamos agotado preguntas y respuestas a propósito de nuestro camino del día siguiente.
Breves palabras caían como cenizas de pensamientos internos. Estábamos embargados por pequeñas preocupaciones respecto a la tropilla o los aperos, y era como si el horizonte, que nos iba a preceder en la marcha, se hiciera presente por el silencio. Recordé mi primer arreo.
Perico, a quien repugnaba toda inacción, nos acusó de estar acoquinados como pollos cuando hay tormenta.
-O nos vamoh’a dormir -decía- o Don Segundo nos hace una relación de esas que él sabe: con brujas, aparecidos y más embrollos que negocio’e turco.
-¿De cuándo sé cuentos?- retó Don Segundo.
-¡Bah!, no se haga el más sonso de lo que es. Cuente ese del zorro con el inglés y la viuda estanciera.
-Lo habrah’oído en boca de otro.
-De esta mesma trompa embustera lo he oído. Y si no quiere contar ése, cuéntenos el de la pardita Aniceta, que se casó con el Diablo pa verle la cola.
Don Segundo se acomodó en el banco como para hablar. Pasó un rato.
-¿Y…? -preguntó Perico.
-¡Oh! -respondió Don Segundo.
Pedro se levantó, el rebenque en alto, tomado de la lonja.
-Negro indino -dijo-, o cuenta un cuento, o le hago chispear la cerda de un talerazo.
-Antes que me castigués -dijo Don Segundo, fingiendo susto para seguir la broma- soy capaz de contarte hasta las virgüelas.
Las miradas iban del rostro de Pedro, mosqueado de cicatrices, a la expresión impávida de Don Segundo, pasando así de una expresión jocosa a una admirativa.
Y yo admiraba más que nadie la habilidad de mi padrino que, siempre, antes de empezar un relato, sabía maniobrar de modo que la atención se concentraba en su persona.
-Cuento no sé nenguno -empezó-, pero sé de algunos casos que han sucedido y, si prestan atención, voy a relatarles la historia de un paisanito enamorao y de las diferencias que tuvo con un hijo’el diablo.
-¡Cuente, pues! -interrumpió un impaciente.

Texto 5
Una variedad o modalidad lingüística es una forma específica de lengua natural, caracterizada por un conjunto de rasgos lingüísticos usados por una determinada comunidad de hablantes vinculados entre sí por relaciones sociales, geográficas o culturales.
Las variedades lingüísticas son distintas formas que adquiere una misma lengua de acuerdo al lugar en que vive el hablante (esta variedad se denomina dialecto), a su edad (esta variedad se llama cronolecto) y a su grupo social donde también influye el nivel de educación (sociolecto). Las diferencias pueden estar relacionadas con el vocabulario, la entonación, la pronunciación o la confección de expresiones; y en general se manifiestan más claramente en la oralidad que en la escritura. De esta forma, cuando escuchamos hablar a alguien, podremos suponer en qué región reside (si en la zona Metropolitana o la zona rural, por ejemplo), de qué grupo etario forma parte (es un niño, un adolescente, un adulto, un anciano) y qué nivel educativo tiene.

Texto 6
FERNANDO, HIJO.- ¡Sí puede ser! No te dejes vencer por su sordidez. ¿Qué puede haber de común entre ellos y nosotros? ¡Nada! Ellos son viejos y torpes. No comprenden… yo lucharé para vencer. Lucharé por ti y por mí. Pero tienes que ayudarme, Carmina. Tienes que confiar en mí y en nuestro cariño.
CARMINA, HIJA.- ¡No podré!
FERNANDO, HIJO.- Podrás. Podrás… porque yo te lo pido. Tenemos que ser más fuertes que nuestros padres. Ellos se han dejado vencer por la vida. Han pasado treinta años subiendo y bajando esta escalera… Haciéndose cada día más mezquinos y más vulgares. Pero nosotros no nos dejaremos vencer por este ambiente. ¡No! Porque nos marcharemos de aquí. Nos apoyaremos el uno en el otro. Me ayudarás a subir, a dejar para siempre esta casa miserable, estas broncas constantes, estás estrecheces. Me ayudaras, ¿verdad? Dime que sí por favor. ¡Dímelo!
CARMINA, HIJA.- ¡Te necesito, Fernando! ¡No me dejes!