La Guerra Civil española finalizó en 1939, comenzando una dictadura militar que duró hasta la muerte del general Franco en 1975, lo que supuso la censura, el exilio por razones políticas de muchos autores y la ruptura del normal ciclo cultural. En el período que va desde el final de la guerra hasta los años setenta se sucedieron en España numerosas tendencias poéticas entre las que destacaremos las siguientes: L
- La poesía testimonial:
Esta tendencia se desarrolló al terminar la Guerra Civil. Dámaso Alonso señaló que dentro de la poesía de la posguerra se había dado una tendencia que él denominó «poesía desarraigada» o existencial, que fue cultivada por los poetas más alejados del régimen franquista. Estos poetas querían reflejar un mundo caótico y angustioso por medio de un lenguaje desgarrado y violento. Sus temas fueron la realidad y la vida cotidiana, la existencia como lucha con el mundo o consigo mismo. Se agruparon en torno a la revista Espadaña y entre sus representantes estuvieron Dámaso Alonso, Victoriano Crémer y Eugenio de Nora. Quizá la obra más representativa de esta tendencia sea Hijos de la ira (1942) de Dámaso Alonso.
2. La poesía social:
Durante los años cincuenta se produjo una tímida reorganización de las fuerzas de oposición al régimen, lo que dio lugar a la poesía social. Los poetas salieron de su angustia interior y denunciaron el autoritarismo exigiendo la justicia e intentando que la poesía fuera un arma de concienciación política. Por ello, su estilo era directo, sencillo y coloquial.Los autores y obras más representativos de esta tendencia fueron Gabriel Celaya con Cantos iberos (1955). José Hierro con Quinta del 42 (1952) y Blas de Otero con Pido la paz y la palabra (1955).
3. La poesía del conocimiento:
Esta tendencia se desarrolló fundamentalmente durante los años sesenta y sus autores fueron denominados también “Generación del 50”.Se trataba de poetas que, partiendo de la poesía social, cultivaron una poesía más personal e intimista, convencidos de que emplear la poesía como arma política no había sido eficaz. Tenían como la generación anterior una profunda preocupación existencial o social, pero su desacuerdo con el mundo se manifestó a través de un cierto escepticismo. En la forma, mantuvieron un tono coloquial en sus poemas, pero depuraron y cuidaron mucho más el lenguaje y la expresión que los poetas sociales. Sus autores más representativos fueron Ángel González con Grado elemental (1962), José Ángel Valente con La memoria y los signos (1966), Jaime Gil de Biedma con Compañeros de viaje (1959) y Claudio Rodríguez con Don de la ebriedad (1953).