Salimos muy temprano desde Ezeiza rumbo a Puerto Iguazú. En el tema del dinero hay algo que no me cuadra. Los argentinos con los que he hablado en España me han dicho que se necesitaban para visitar Argentina unos 100-150 dólares por persona y día. Era escéptico en España y ahora lo soy mucho más. Si yo en España no necesito diariamente 150 euros, ¿cómo voy a necesitar en Argentina más dinero? Si eso fuera así, no podrían costar una docena de empanadas diez euros, sino mucho más. En el aeropuerto me cuesta un vaso de leche 4500 pesos, que equivalen aproximadamente a 4 euros. Es precio de turista. Ya veremos con lo que nos encontramos en Puerto Iguazú.

Durante el vuelo, de apenas un par de horas, aprovecho para dormir. A la salida contratamos a un taxista, Adolfo, para trasladarnos al hotel. Antes de llegar a Puerto Iguazú pasamos por un cuartel militar y Adolfo nos informa de que allí se rodó la escena de la batalla de La Misión. Yo entonces le pregunto y me dice que la película se rodó en gran parte en las cataratas de Iguazú y en la misión jesuita de san Ignacio que está como a doscientos kilómetros. Eso me impacta. Yo desconocía esto. Resulta que he ido a parar sin saberlo a la provincia de Misiones y puedo ver una antigua misión jesuita. ¡No se hable más! Hay que ir para allá.

Entonces Adolfo nos propone unas excursiones durante nuestra estancia y nos hace precio para las mismas en pesos y en dólares. El jueves iremos a ver las minas de Wanda y la misión de san Ignacio por 130 dólares. Será una excursión de un día entero. El viernes visitaremos las cataratas por el lado brasilero (como dicen acá) por 30 dólares y el domingo las cataratas argentinas por 25 dólares. Con el trayecto al aeropuerto, que serán otros 15 dólares, cerramos el precio. Podemos pagar en pesos o en dólares.

Argentina tiene ahora mismo un gran descontrol monetario. El dólar es el sustento real de la economía pues es la moneda estable y el peso tiene un valor diferente según se cambie de forma oficial o se haga en la calle. En la calle funcionan lo que aquí se llaman «arbolitos». Se trata de personas que realizan el cambio a un precio mayor. A este precio de cambio se le denomina «dólar blu». Mientras en el cambio oficial el dólar está a 850 pesos, en el dólar Blu el dólar se cotiza a unos 1450 pesos si se cambia de forma excelente. En las tiendas y restaurantes aceptan dólares ofreciendo un cambio peor, sobre los 1350 pesos, por lo que lo que más interesa es cambiar en un «arbolito». El «arbolito» se llama así porque está plantado en la calle y tiene hojas verdes (los billetes de dólar). Es una muestra del ingenio argentino para enriquecer el idioma.

Dejamos las maletas en el hotel y nos vamos a conocer la ciudad, de 90.000 habitantes. Es un lugar extraordinariamente tranquilo. Nada de delincuencia o inseguridad. Las viviendas son en su mayoría casas unifamiliares humildes y espaciosas. Las calles se parecen al barrio que vimos en Buenos Aires. El asfalto es mejorable. Hay coches humildes y otros más modernos, pero no se ven coches lujosos.

Don Hope es un comerciante singular. Tiene una tienda de productos de telefonía y también cambia dinero. Lo hace gracias a una máquina que cuenta los billetes a toda velocidad. Cuando entramos en la tienda tampoco hay nadie y él tarda en salir. Estaba jugando al bádminton con su novia en la trastienda y sale vistiendo un chándal. Es un hombre bajito, mestizo y muy simpático. Nos vende tarjetas de telefonía argentina a 29000 pesos cada una y nos cambia 400 dólares a 1400 pesos el dólar. Total, nos llevamos en seis fajos de billetes 560.000 pesos. No me caben en los bolsillos así que usamos la mochila para llevarlos.

Vamos a comprarnos unos «pilotos» (así llaman acá a los chubasqueros) y un paraguas. La vendedora nos deja solos en la tienda y se va. En un sitio donde hay inseguridad eso no lo hace un tendero. Tras vendernos los productos, le preguntamos por una tienda de telefonía y por un lugar para cambiar dólares y nos recomienda una a unos cincuenta metros.

Doscientos mil pesos, unos 140 euros.

Entonces nos vamos a comer a Don Matteo un lugar que nos ha recomendado Adolfo. Es lo que llaman acá un «tenedor libre». Se trata de un lugar muy limpio y moderno en el que hay dos mesas bufetes. En una hay alimentos vegetales (ensaladas, pastas, lasaña vegetal, arroz, puré de patatas) y en la otra hay guisos y carnes (frijoles con hígado de ternera, costillas de ternera asadas, milanesas de pollo o ternera, musaka, canelones, albóndigas gigantes). Tú vas con tu plato y te sirves lo que desees a 1100 pesos los cien gramos. Yo me sirvo unos 800 gramos de comida (puré de papas, frijoles, milanesa, costillas asadas y una albóndiga gigante), pues tengo bastante apetito y pago unos 8500 pesos (5,78 euros) y una cerveza por 3.500 euros al pasar por caja. El lugar me encanta, pues la comida es deliciosa y el ambiente es muy agradable. Los clientes son trabajadores y familias de diferente condición social (algunos más humildes que otros).

Tras la comida nos vamos al hotel y descansamos y trabajamos. Paseamos unos veinte minutos hasta llegar al hotel. Llueve bastante. Hay muchos perros abandonados por la ciudad, pero se les ve cuidados. Las casas son casi todas bajas A la hora de cenar vamos a Doña Ana, otro «tenedor libre», pero este me decepciona. La comida está recalentada y el lugar es menos acogedor y más caro.

Una cosa que me llama la atención de la forma de hablar de don Hope y de Adolfo es la dulzura de su acento, que suena melodioso y alegre, como un cascabel. Por otro lado, dejan en ocasiones las oraciones sin terminar, lo que obliga al interlocutor a inferir el fin de su mensaje.

Por otro lado, estar acá me hace tomar conciencia de algunas palabras que empleamos en España y que indican a los argentinos que somos españoles. Una es «vale» para mostrar acuerdo o adhesión, «coger» que acá equivale a fornicar y otra es «claro» como afirmativo. Adolfo, por su parte, dice constantemente «¿cierto?».