Hablaba otra vez el Conde Lucanor con Patronio, su consejero, y le dijo así:
-Patronio, tengo un amigo muy poderoso y muy ilustre, del que hasta ahora sólo he recibido favores, pero me dicen que no sólo he perdido su estimación sino que, además, busca motivos para venir contra mí. Por eso tengo dos grandes preocupaciones: si se levanta contra mí, me puede ser muy perjudicial; y si, por otra parte, descubre mis sospechas y mi alejamiento, él hará otro tanto, por lo cual nuestras desavenencias irán en aumento y romperemos nuestra amistad. Por la gran confianza que siempre me habéis merecido, os ruego que me aconsejéis lo más prudente para mí en este asunto.
-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, para que podáis evitaros todo eso, me gustaría que supierais lo que sucedió al león y al toro.
El conde le rogó que se lo contara.
-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, el león y el toro eran muy amigos y, como los dos son muy fuertes y poderosos, dominaban y sometían a los demás animales; pues el león, ayudado por el toro, reinaba sobre todos los animales que comen carne, y el toro, con la ayuda del león, lo hacía sobre todos los que comen hierba. Cuando todos los animales comprendieron que el león y el toro los dominaban por la ayuda que se prestaban el uno al otro, y que ello les producía graves daños, hablaron entre sí para ver la forma de acabar con su tiranía. Vieron que, si lograban desavenir al león y al toro, podrían romper el yugo de su dominio, por lo cual los animales rogaron a la zorra y al carnero, que eran los privados del león y del toro respectivamente, que buscasen el medio de romper su alianza. La zorra y el carnero prometieron hacer cuanto pudiesen para conseguirlo.
»La zorra, consejera del león, pidió al oso, que es el animal más fuerte y poderoso de los que comen carne después del león, que le dijera a este cómo el toro hacía ya tiempo que buscaba hacerle mucho daño, por lo cual, y aunque no fuera verdad pues se lo habían dicho hacía ya varios días, debía estar precavido.
»Lo mismo dijo el carnero, consejero del toro, al caballo, que es el animal más fuerte entre los que se alimentan de hierba después del toro.
»El oso y el caballo dieron este aviso al león y al toro, que aunque no lo creyeron del todo, pues algo sospechaban de quienes eran casi tan fuertes como ellos, creyendo que buscaban su desavenencia, no por ello dejaron de sentir cierto recelo mutuo. Por lo cual, los dos, león y toro, hablaron con la zorra y con el carnero, que eran sus privados. Estos dijeron a sus señores que quizás el oso y el caballo les habían contado aquello para engañarlos, pero no obstante les aconsejaban observar bien dichos y hechos que de allí en adelante hicieran el león y el toro, para que cada uno obrase según lo que viera en el otro.
»Al oír esto, creció la sospecha entre el león y el toro, por lo que los demás animales, viendo que aquellos empezaban a recelar el uno del otro, empezaron a propagar abiertamente sus desconfianzas, que, sin duda, eran debidas a la mala intención que cada uno guardaba contra el otro.
»La zorra y el carnero, que sólo buscaban su conveniencia como falsos consejeros y habían olvidado la lealtad que debían a sus señores, en lugar de decirles la verdad, los engañaron. Tantas veces previnieron al uno contra el otro que la amistad entre el león y el toro se trocó en mutua aversión; los animales, al verlos así enemistados, pidieron una y otra vez a sus jefes que entrasen en guerra y, aunque les daban a entender que sólo miraban por sus intereses, buscaban los propios, haciendo y consiguiendo que todo el daño cayese sobre el león y el toro.
»Así acabó esta lucha: aunque el león hizo más daño al toro, disminuyendo mucho su poder y su autoridad, salió él tan debilitado que ya nunca pudo ejercer su dominio sobre los otros animales de su especie ni sobre los de otras distintas, ni cogerlos para sí como antes. Así, dado que el león y el toro no comprendieron que, gracias a su amistad y a la ayuda que se prestaban el uno al otro, eran respetados y temidos por el resto de los animales, y porque no supieron conservar su alianza, desoyendo los malos consejos que les daban quienes querían sacudirse su yugo y conseguir, en cambio, que fueran el león y el toro los sometidos, estos quedaron tan debilitados que, si antes eran ellos señores y dominadores, luego fueron ellos los sojuzgados.
»Vos, señor Conde Lucanor, evitad que quienes os hacen sospechar de vuestro amigo consigan que rompáis con él, como hicieron los animales con el león y el toro. Por ello os aconsejo que, si ese amigo vuestro es persona leal y siempre os ha favorecido con buenas obras, dando pruebas de su lealtad, y si tenéis con él la misma confianza que con un buen hijo o con un buen hermano, no creáis nada que os digan en su contra. Por el contrario, será mejor que le digáis las críticas que os hagan de él, con la seguridad de que os contará las que le lleguen de vos, castigando además a quienes urdan esas mentiras para que otros no se atrevan a levantar falsos testimonios. Pero si se trata de una persona que cuenta con vuestra amistad sólo por un tiempo, o por necesidad, o sólo casualmente, no hagáis ni digáis nada que pueda llevarle a pensar que sospecháis de él o que podéis retirarle vuestro favor, mas disimulad sus errores, que de ninguna manera podrá haceros tanto daño que no podáis prevenirlo con tiempo suficiente, como sería el que recibiríais si rompéis vuestra alianza por escuchar a los malos consejeros, como ocurrió en el cuento. Además, a ese amigo hacedle ver con buenas palabras cuán necesaria es la colaboración mutua y recíproca para él y para vos; así, haciéndole mercedes y favores y mostrándole vuestra buena disposición, no recelando de él sin motivo, no creyendo a los envidiosos y embusteros y demostrándole que tanto necesitáis su ayuda como él la vuestra, durará la amistad entre los dos y ninguno caerá en el error en que cayeron el león y el toro, lo que les llevó a perder todo su dominio sobre los demás animales.
Al conde le gustó mucho este consejo de Patronio, obró de acuerdo con sus enseñanzas y le fue muy bien.
Y viendo don Juan que el cuento era muy bueno, lo mandó escribir en este libro e hizo unos versos que dicen así:
Por dichos y por obras de algunos mentirosos,
no rompas tu amistad con hombres provechosos.
El texto que vamos a analizar es el ejemplo XXII «Lo que sucedió al león y al toro» perteneciente a la obra del Infante don Juan Manuel (1282-1348), El Conde Lucanor (1335).
Podemos dividir el texto en diferentes apartados:
En primer lugar, podemos señalar la existencia de una introducción (que ocupa los cuatro primeros párrafos y está sobre fondo verde) en la que un narrador externo y omnisciente en tercera persona nos relata cómo el Conde Lucanor le plantea a su ayo Patronio que algunas personas le están hablando mal acerca de un aliado que hasta ahora le ha demostrado lealtad, por lo que tiene miedo de que, efectivamente, pueda tornarse en su enemigo («si se levanta contra mí, me puede ser muy perjudicial;») o de que al ver que él recela, acabe perdiendo su amistad. Patronio promete aconsejarle a través de uno de sus cuentos.
Comienza entonces el segundo apartado, en el que Patronio, como narrador omnisciente e interno, le relata un cuento con su planteamiento, nudo y desenlace. En el planteamiento, que ocupa los párrafos quinto, sexto y séptimo, Patronio relata como el toro y el león dominaban conjuntamente a las bestias que comen hierba (el toro) y a las que comen otros animales (el león) por lo que estas querían liberarse. Cada uno de ellos tenía un consejero (el carnero y la zorra respectivamente) y los animales les hablaron con la intención de que consiguieran enemistar a sus dominadores. La zorra se propuso hacerlo a través del oso y el carnero a través del caballo. El plan consistía en «desavenir al león y al toro» para «romper el yugo de su dominio» mediante la maledicencia, diciéndoles a cada uno de ellos que el otro era en realidad su enemigo traicionero.
En el nudo, que ocupa los párrafos octavo y noveno, Patronio narra cómo el oso y el caballo consiguieron generar la desconfianza entre el león y el toro. El resto de los animales jaleaba traidoramente a sus supuestos amos para que entraran en guerra esperando así «que todo el daño cayese sobre el león y el toro»
En el desenlace, que ocupa el párrafo décimo, Patronio finaliza el relato contando cómo al final león y toro se enfrentaron quedando tan debilitados que «si antes eran ellos señores y dominadores, luego fueron ellos los sojuzgados»,
En el párrafo undécimo, el narrador externo nos relata la aplicación del cuento. Patronio le aconseja a su amo que sea leal con quien hasta ahora se ha portado tan bien con él y además le haga ver la importancia de la «colaboración mutua y recíproca» para mantener su alianza y este sigue su consejo con éxito.
En los dos últimos párrafos, el narrador externo nos cuenta como el propio Infante don Juan Manuel al ver que el relato le parecía provechoso, escribe una moraleja mediante un pareado («Por dichos y por obras de algunos mentirosos, / no rompas tu amistad con hombres provechosos»).
Por lo que se refiere a los elementos temáticos, el ejemplo cumple con los rasgos esenciales del género pues trata un tema didáctico, como es la enseñanza de la importancia de la amistad y de las alianzas entre las personas para su propio beneficio. Más aún, se trata de una enseñanza aplicada al mundo nobiliario. El Conde Lucanor es un «espejo de príncipes» y su autor lo escribió con la finalidad de facilitar enseñanzas prácticas, en este caso, abiertamente políticas, para los señores y miembros de la nobleza.
En lo que se refiere a los elementos formales, el ejemplo muestra dos rasgos típicos de este género. Por un lado, la economía de medios y así vemos como los personajes no tienen nombre, el relato se desarrolla fuera de un tiempo y espacio concretos y además hay muy pocos adjetivos. Esto es propio de la literatura medieval, un tanto primitiva en sus formas.. Por otro lado, se da (aunque en esta versión en español actual se note menos) una tendencia a emplear numerosas oraciones copulativas, debido a la pobreza de nexos que el español de la época tenía.
Finalmente, y como conclusión, podemos indicar que este ejemplo es una muestra clara de su género, como «espejo de príncipes» (Speculum principium), una literatura que sirvió para extender y enseñar cómo actuar y comportarse a la clase dominante de la época, pues no eran otros los escasos lectores que en aquella época había y que podían acceder a un objeto (entonces de lujo) como eran los libros.